viernes, 4 de febrero de 2011
Niels Bohr (I)
Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
"Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen: 'Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro'.
"El estudiante había respondido: 'lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio'.
"Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
"Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplique la formula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.
"Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
"Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contesto, este es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el numero de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura.
"Este es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la per-pendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precisión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle:
"-Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar".
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, Premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría
Continuará...
miércoles, 2 de febrero de 2011
Cariño, sé cómo te sientes
A veces la experiencia nos hace llegar a conclusiones que tomamos como rigurosamente científicas cuando realmente no tenemos argumentos para confirmarlas.
A mí me pasó algo parecido con una chica con la que estuve, y la que, sin saberlo, fue parte de mi particular experimento (no os preocupéis, no salió perjudicada).
Resulta que observé en nuestra relación un comportamiento que llegó a repetirse paulatinamente:
Cada vez que ella llegaba con un problema y me lo exponía detenidamente yo empezaba a pensar en soluciones a dicho problema, y cuando se las ofrecía, en vez de consolarle, parecía frustrarle aún más. Sin embargo cuando lo único que hacía era escucharla y lamentarme un poco con ella sobre el problema, parecía que se consolaba.
Visto esto, lo comparé con el comportamiento de más amigas mías cuando aparecía una situación similar y, para mi sorpresa, el comportamiento de todas ellas era el mismo en mayor o menor medida, por lo que yo concluí que cuando las mujeres te exponen un problema, no esperan que se lo soluciones, sólo quieren que se les escuche y se les comprenda, es decir, que establezcas una empatía con ellas.
Como podréis suponer a ninguna de ellas se me ocurrió jamás decírselo, ya que un comentario como ese podría ser fácilmente tachado de machista o como ya sabéis, una teoría basada únicamente en una experiencia personal sería muy sencillo desmontarla.
Pues bien, en una tarde de domingo de sofá y tele, me encontré con un programa que argumentaba científicamente esta teoría, en el cual la doctora Louann Brizendine lo explicaba así (a grandes rasgos):
"Existe en el cerebro una zona conocida como temporoparietal, una región asociada con la empatía cognitiva (la que busca una solución) y el procesamiento de la parte cognitiva de las emociones, el cual está más activo en los hombres que en las mujeres. Sin embargo las mujeres tienen más actividad en el sistema de empatía emocional (que está presente tanto en el cerebro masculino como en el femenino), el cual funciona a través de las neuronas espejo y éstas abundan más en el cerebro de las mujeres. Estas neuronas se activan cuando miras a otra persona y está sintiendo una emoción (por ejemplo si pone una cara triste y lloras), entonces estas neuronas se activan diciéndole a tu cerebro lo que esa persona está sintiendo. Las mujeres tienden más a seguir este sistema y regirse por él. De hecho las mujeres a veces sufren lo que se llama 'contagio emocional' a través de sus sistemas de neuronas espejo.
Los hombres tienden a recurrir a su sistema de neuronas espejo brevemente, y luego pasan al sistema de las uniones temporoparietales, la que busca una solución".
Acto seguido, propuso un ejemplo en el cual relató fielmente la situación por la que yo había pasado tantísimas veces y concluyó que cuando su pareja le intentaba solucionar su problema, lo que realmente tendría que decirle es : "Cariño, sé como te sientes".
domingo, 30 de enero de 2011
Colaboraciones: Librería Orpheus
Os traigo noticias. El blog de 'Librería Orpheus' me ha pedido que colabore en su sitio web comentando algunas de las últimas películas que vaya viendo últimamente y yo, como soy un chico obediente, no me he podido negar. Allí podréis encontrar críticas literarias, así como recomendaciones y debates sobre los últimos títulos que aparecen en el mercado. También están abriendo sus brazos al mundo del cine y de la música, así que espero que haga las delicias de muchos de vosotros.
Espero que os guste.
¡Un saludo!
P.D.: La primera, aquí.
miércoles, 19 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
En mi pantalla: monólogos de cine (II)
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Wilson, en Náufrago |
Lo único que podía elegir, lo único que podía controlar era el cómo, el cuándo y dónde iba a pasar, así que, fabriqué una cuerda, y subí hasta aquella cima para ahorcarme, pero tenía que probarlo, claro, ya me conoces... y el peso del tronco rompió la rama del árbol, así que, ni siquiera pude matarme como deseaba, no tenía poder sobre nada.
Fue entonces cuando una sensación me envolvió como una cálida manta. De algún modo entendí que tenía que sobrevivir, como fuera, tenía que seguir respirando, aun sin motivo para la esperanza, la lógica me decía que no volvería a ver este lugar de nuevo. Y eso es lo que hice, sobreviví, seguí respirando, y un día esa lógica resultó estar equivocada, porque la marea trajo una vela con que navegar, y aquí estoy, de vuelta, en Memphis, hablando contigo, tengo hielo en mi vaso y he vuelto a perderla otra vez. Estoy muy triste por no tener a Kelly, Pero me alegro de que estuviera conmigo en aquella isla. Y ahora se lo que debo hacer, seguir respirando, porque mañana volverá a amanecer, y quien sabe que traerá la marea."
Chuck Nolan (Tom Hanks), en Náufrago (1999)
viernes, 14 de enero de 2011
Estímulo y salivación (Tacones condicionados)
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Conchita |
El caso es que observando el comportamiento de Conchita me puse a pensar en una serie de experimentos que me habían comentado sobre Iván Pávlov y sus canes:
Este filósofo ruso observó que sus perros salivaban cuando se ponía un alimento en su boca, pero también observó que hacían lo mismo cuando veían u olían la comida, incluso cuando veían a la persona que normalmente los alimentaba. Entonces intentó conseguir lo mismo con un estímulo totalmente externo. Así que, cada vez que iba a alimentar a sus perros, hacía sonar una campana (estímulo neutral) y posteriormente presentaba comida ante el animal (estímulo condicionado). Repitió esta secuencia durante semanas y consiguió que sus perros, con tan solo escuchar el sonido de la campana, empezasen a salivar. Entonces, la respuesta había quedado condicionada a un estímulo que no había podido producirla previamente (la salivación del perro ante la comida es una respuesta incondicionada; la salivación tras oír la campana es una respuesta condicionada). Es decir, el estímulo neutro se había convertido en un estímulo condicionado.Y digo yo que será que a veces sacamos el perro que llevamos dentro porque ¿a cuántos hombres habéis visto 'salivar' con tan solo escuchar el sonido de unos tacones sobre el acerado?
miércoles, 12 de enero de 2011
En mi pantalla: monólogos de cine (I)

"¿Conocen este chiste?:
Dos mujeres de edad están en un hotel de alta montaña y dice una: "¡Vaya, aquí la comida es realmente terrible!", y contesta la otra: "Sí, ¡y además las raciones son tan pequeñas!". Pues básicamente así es como me parece la vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y sin embargo se acaba demasiado deprisa."
Woody Allen en 'Annie Hall' (1977)
Sonando... : Toteking - Empezamos
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